jueves, 8 de diciembre de 2011

De las Mujeres...Simónides de Ceos reseña

Simónides de Ceos, quién nació en  la Isla que le da nombre, es cocido por ser uno de los primeros poetas griegos en cobrar algún clase de remuneración en cambio de su trabajo, dado a que si los artesanos, pintores, escultores, ¿por qué no habría de hacerlo los poetas? Aunque con esto se formó una reputación de codicioso, por lo que fluyen historias como cuando príncipe tesalio Escopas le pidió un poema y después se negó a pagarle, provocando que Simónides de fuera molesto del recinto.
Acompañante de tiranos para poder mantenerse a base de complacerlo con sus creaciones, creó numerosas poesías, de las cuales es importante mencionar varios epigramas, la mayoría a atletas de los juegos panhelénicos. Pero una obra que merece ser mencionada es su yambo a las mujeres.


Fragmento:


De modo diverso la divinidad hizo el talante de la mujer
desde un comienzo. A la una la sacó de la híspida cerda:
en su casa está todo mugriento por el fango,
en desorden y rodando por los suelos.
Y ella sin lavarse y con vestidos sucios,
revolcándose en estiércol se hincha de grasa.




A otra la hizo Dios de la perversa zorra,
una mujer que lo sabe todo. No se le escapa
inadvertido nada de lo malo ni de lo bueno.
De las mismas cosas muchas veces dice que una es mala,
y otras que es buena. Tiene un humor diverso en cada caso.


Otra, de la perra salió; gruñona e impulsiva,
que pretende oírlo todo, sabérselo todo,
y va por todas partes fisgando y vagando
y ladra de continuo, aun sin ver nadie.


No la puede contener su marido, por más que la amenace,
ni aunque, irritado, le parte los dientes a pedradas,
ni tampoco hablándole con ternura,
ni siquiera cuando está sentada con extraños;
sino que mantiene sin pausa su irrestañable ladrar.


A otra la moldearon los Olímpicos del barro,
y la dieron al hombre como algo tarado. Porque ni el mal
ni el bien conoce una mujer de esa clase.
De las labores sólo sabe una: comer.
Ni siquiera cuando Dios envía un mal invierno,
por más que tirite de frío, acerca su banqueta al fuego.


Otra vino del mar. Ésta presenta dos aspectos.
Un día ríe y está radiante de gozo.
Cualquiera de fuera que la ve en su hogar la elogia:
No hay otra mujer más agradable que ésta
ni más hermosa en toda la tierra.


Al otro día está insoportable y no deja que la vean
ni que se acerque nadie; sino que está enloquecida
e inabordable entonces, como una perra con cachorros.
Es áspera con todos y motivo de disgusto
resulta tanto a enemigos como a íntimos.
Como el mar que muchas veces sereno
y sin peligro se presenta, alegría grande a los marinos,
en época de verano, y muchas veces enloquece
revolviéndose en olas de sordo retumbar.
A éste es a lo que más se parece tal mujer
en su carácter: al mar que es de índole inestable.


Otra procede del asno apaleado y gris,
que a duras penas por la fuerza y tras los gritos
se resigna a todo y trabaja con esfuerzo
en lo que sea. Mientras tanto come en el establo
toda la noche y todo el día, y come ante el hogar.
Sin embargo, cuando se trata del acto sexual,
acepta sin más a cualquiera que venga.


Y otra es de la comadreja, un linaje triste y ruin.
Pues ésta no posee nada hermoso ni atractivo,
nada que cause placer o amor despierte.
Está que desvaría por la unión de Afrodita,
pero al hombre que la posee le da náuseas.
Con sus hurtos causa muchos daños a sus vecinos,
y a menudo devora ofrendas destinadas al culto.


A otra la engendró una yegua linda de larga melena.
Ésta evita los trabajos serviles y la fatiga,
y no quiere tocar el mortero ni el cedazo
levanta ni la basura saca fuera de su casa,
ni siquiera se sienta junto al hogar para evitar
el hollín.
Por necesidad se busca un buen marido.
Cada día se lava la suciedad hasta dos veces,
e incluso tres, y se unta de perfumes.
Siempre lleva su cabello bien peinado,
y cardado y adornado con flores.
Un bello espectáculo es una mujer así
para los demás, para su marido una desgracia,
de los que regocijan su ánimo con tales seres.
En esta obra, Simónides deja ver su lado misógino al comparar a las mujeres con diferentes animales, por ejemplo
Todas las otras razas de mujeres presentan innumerables defectos, la mujer-tierra encarna la necedad, la mujer – perro la inmoralidad, la mujer-mar la hipocresía, la mujer-cerdo la suciedad, la mujer-simio la peor desgracia, haciendo con todas esas tipologías, todo un cuadro de la mujer.
Con estás comparaciones, busca Simónides formar todo un cuadro de la mujer, y a pesar de degradarla, se encuentra un poema, no perteneciente a los Yambos, donde enaltece a la mujer como algo de los que los hombres deben buscar para la felicidad, pero siendo esta a la vez una arma de doble filo.

Epigrama:
        No puede el hombre gozar
        Una cosas más hermosa
        Que la mujer, ni una cosa
Ni peor puede disfrutar

Es comprensible el punto de vista de Simónides, dado a que las mujeres de la antigua Grecia no eran consideras ciudadanas, y solo se tomaban de cuenta al ser hijas, hermanas de militares, senadores etc.
Y no hay que dejar de lado que también el hombre antiguo buscaba incluso la procreación, sin tener que usar a la mujer o involucrarla en lo más mínimo

Cea Pacheco María Estefanía

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